2. El que habla en lenguas, le habla a Dios y no a los demás, y ellos no le entienden, pues habla misterios mediante el poder del Espíritu.
3. En cambio, el que profetiza proclama mensajes de Dios que edifican, exhortan y consuelan a los oyentes.
4. Por eso, la persona que habla en lenguas se ayuda a sí misma, pero el que profetiza contribuye a que la iglesia crezca.
5. Ojalá todos pudieran hablar en lenguas, pero preferiría que profetizaran, porque éste es un don superior al hablar en lenguas, a menos que después de hablar interpreten lo que estaban diciendo para que la iglesia sea edificada.
6. Díganme ustedes, hermanos, si voy ahora y les hablo en lenguas, ¿de qué les sirve? Pero si les digo con claridad lo que Dios me ha revelado, si les comunico lo que sé, si les profetizo o les enseño, entonces sí les será útil.
7. Aun respecto de los instrumentos musicales —la flauta o el arpa, digamos—, ¿cómo se distinguirá lo que tocan si no dan un sonido distinto?
8. Y si el trompeta del ejército no toca las notas que debe, ¿cómo sabrán los soldados que se les está ordenando prepararse para la batalla?
9. De la misma manera, si uno le habla a una persona en un idioma que no entiende, ¿cómo sabrá lo que se le está diciendo? Sería como hablarle al aire.
10. En el mundo existen cientos de idiomas diferentes y cada uno tiene su propio significado.
11. Sin embargo, si alguien me habla en uno de esos idiomas y no lo entiendo, yo seré extranjero para él y él lo será para mí.
12. Si tanto anhelan tener alguno de los dones del Espíritu Santo, pídanle que les dé los mejores, los que de veras puedan ser útiles a la iglesia en general.
13. Si alguien recibe el don de hablar en lenguas, ore para que el Señor le dé también el don de interpretar,