18. Y el pueblo judío, que come de los sacrificios, ¿no entra en comunión con el altar?
19. ¿Qué estoy tratando de decir? ¿Digo que los ídolos que reciben sacrificios tienen vida y que tales sacrificios tienen valor?
20. No; de ninguna manera. Lo que digo es que los que ofrecen sacrificios a los ídolos, en realidad se los ofrecen a los demonios, y nunca a Dios. Y no quiero que ninguno de ustedes tenga comunión con los demonios.
21. No se puede beber de la copa del Señor y también de la copa de los demonios. No se puede participar de la mesa del Señor y también de la mesa de los demonios.
22. ¿Qué, pues? ¿Nos arriesgaremos a poner celoso al Señor? ¿Somos más fuertes que él?
23. Es verdad que «todo está permitido», pero no todo es provechoso ni edifica a los demás.
24. Uno no puede pensar sólo en uno mismo. Hay que pensar en lo que conviene para el bien de los demás.
25. Coman de cualquier carne que se venda en la carnicería. No pregunten nada, por motivos de conciencia.
26. Porque la tierra y cuanto en ella hay pertenecen al Señor.
27. Si alguien que no es cristiano los invita a comer, acepten la invitación y coman cuanto les pongan delante sin preguntar nada por motivos de conciencia.
28. Pero si alguien les advierte de que aquella carne fue sacrificada a los ídolos, no la coman por el bien del que lo dijo, y por motivos de conciencia.
29. En este caso, no me refiero a la conciencia de uno mismo, sino a la del otro. “¿Por qué tiene uno que guiarse por lo que otro piense y limitarse a sus opiniones?