44. Hasta los ladrones que estaban crucificados junto a él lo llenaban de insultos.
45. Desde el mediodía, toda la tierra quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde.
46. Hacia esa hora Jesús gritó con fuerza:— Elí, Elí, ¿lemá sabaqtaní?, es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
47. Lo oyeron algunos de los que estaban allí y comentaron:— Está llamando a Elías.
48. Al punto, uno de ellos fue corriendo a buscar una esponja, la empapó en vinagre y sirviéndose de una caña se la acercó a Jesús para que bebiera.
49. Pero los otros le decían:— Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.
50. Jesús, entonces, lanzando otra vez un fuerte gritó, expiró.
51. De pronto, la cortina del Templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló y las rocas se resquebrajaron;
52. las tumbas se abrieron y resucitaron muchos creyentes ya difuntos.
53. Estos salieron de sus tumbas y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa donde se aparecieron a mucha gente.
54. El oficial del ejército romano y los que estaban con él vigilando a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que estaba sucediendo, exclamaron sobrecogidos de espanto:— ¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!