20. Así que, siempre al acecho, enviaron unos espías que, bajo la apariencia de gente de bien, pillaran a Jesús en alguna palabra inconveniente que les diera la ocasión de entregarlo al poder y a la autoridad del gobernador romano.
21. Le preguntaron, pues:— Maestro, sabemos que todo lo que dices y enseñas es correcto y que no juzgas a nadie por las apariencias, sino que enseñas con toda verdad a vivir como Dios quiere.
22. Así pues, ¿estamos o no estamos nosotros, los judíos, obligados a pagar tributo al emperador romano?
23. Jesús, dándose cuenta de la mala intención que había en ellos, les contestó:
24. —Mostradme un denario. ¿De quién es esta efigie y esta inscripción?
25. Le contestaron:— Del emperador.Entonces Jesús dijo:— Pues dad al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.
26. Y no consiguieron pillar a Jesús en palabra alguna inconveniente delante del pueblo. Al contrario, estupefactos ante la respuesta de Jesús, tuvieron que callarse.
27. Después de esto se acercaron a Jesús algunos saduceos que, como niegan que vaya a haber resurrección, le hicieron esta pregunta:
28. —Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de uno muere teniendo esposa, pero no hijos, el siguiente hermano deberá casarse con la viuda para dar descendencia al hermano difunto.