44. Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha hasta que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies”?
45. Pues si David lo llama Señor, ¿cómo puede el Mesías ser hijo suyo?
46. A esto nadie supo qué contestar. A partir de aquel día, ninguno se atrevió ya a plantearle más preguntas.