26. Así que dijeron al rey de Asiria:— Las gentes que has deportado y establecido en las ciudades de Samaría no conocen la religión del dios del país.
27. El rey de Asiria reaccionó dando esta orden:— Llevad allí a alguno de los sacerdotes que habéis traído deportados; que vaya a vivir con ellos y les enseñe la religión del dios de aquel país.
28. Así, pues, uno de los sacerdotes deportados de Samaría vino a vivir a Betel, donde les estuvo enseñando a respetar al Señor.
29. Pero cada pueblo se hacía sus propios dioses en las ciudades donde cada uno vivía y los colocaba en los santuarios de los altos que habían construido los samaritanos.