1. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Estás muy lejos para salvarme, muy lejos para entender mi llanto.
2. Dios mío, te he llamado una y otra vez durante el día y no has respondido. De noche sigo llamándote y tampoco me respondes.
3. Sin embargo, tú eres santo. Tú estás sentado como rey y tu trono son las alabanzas que te rinde Israel.
4. Nuestros antepasados confiaron en ti, y tú los salvaste.
5. Ellos pidieron tu ayuda, y tú los ayudaste a escapar de sus enemigos; confiaron en ti y encontraron una respuesta.
6. Entonces, ¿por qué no atiendes mis súplicas? ¿Acaso soy un gusano y no un hombre? La gente me desprecia;