38. Se colocó detrás de Jesús, llorando a sus pies y empezó a mojarle los pies con sus lágrimas. Los secó con su cabello, los besó y los ungió con el perfume en aceite.
39. Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús a comer se dijo a sí mismo: «Si este hombre fuera un profeta, sabría qué clase de mujer es esta que lo está tocando. Sabría que es una pecadora».
40. Entonces Jesús respondiendo a lo que el fariseo estaba pensando, dijo: —Simón, tengo algo que decirte. Simón le dijo: —Dime, Maestro.
41. Jesús dijo: —Dos hombres tenían una deuda con un prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata y el otro le debía cincuenta.
42. Ninguno de los dos tenía dinero y no podían pagar la deuda, así que como no podían pagar, les perdonó la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?
43. Simón respondió: —Me imagino que al que más le perdonó. Él le dijo: —Tienes razón.
44. Jesús miró a la mujer y le dijo a Simón: —¿Ves a esta mujer? Vine a tu casa y no me diste agua para lavarme los pies, mientras que ella los ha mojado con sus lágrimas y los ha secado con su cabello.
45. Tú no me saludaste de beso, pero desde que llegué, ella no ha cesado de besarme los pies.