27. Mucha gente seguía a Jesús, incluso algunas mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él.
28. Jesús se dio vuelta y les dijo: —Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí. Más bien lloren por ustedes y por sus hijos.
29. Está llegando la hora terrible en que la gente dirá: “Afortunadas las mujeres que no pueden tener hijos, que nunca los han tenido ni han amamantado”.
30. Entonces dirán a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a los cerros les dirán: “¡Cúbrannos!”