18. Por lo tanto, el SEÑOR espera para apiadarse de ustedes. Se levanta para mostrarles compasión. Porque el SEÑOR es un Dios justo, afortunados todos los que esperan en él.
19. Pueblo de Sion, pueblo que vive en Jerusalén, ya no tendrás motivos para llorar. Dios tendrá compasión de ti cuando oiga tu grito de auxilio. Tan pronto lo oiga, él te responderá.
20. Puede que el Señor te dé pan de sufrimiento y agua de aflicción, pero tu Maestro ya no se mantendrá oculto; tus ojos lo verán.
21. Cuando te desvíes a la izquierda o a la derecha, oirás una voz detrás de ti diciéndote: «Por ahí es el camino, sigue por él».
22. Tú considerarás como algo sucio a tus ídolos cubiertos de plata y a tus imágenes recubiertas de oro, los tirarás con repugnancia como quien tira una toalla higiénica sucia, y dirás: «¡Fuera!»
23. Dios mandará lluvia a tus sembrados. Te dará alimento, producto de la tierra, rica y fértil. Ese día tu ganado pacerá en grandes campos.
24. Tu buey y tus burros que aran la tierra comerán el mejor forraje, zarandeado con pala y rastrillo.
25. El día que suceda la gran masacre y caigan las torres, habrá manantiales y ríos en todo monte alto y en cada colina elevada.
26. La luz de la luna brillará como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces más brillante, como la luz de siete días. Será el día en que el SEÑOR vendará las lesiones de su pueblo y sanará las heridas de los golpes recibidos.
27. Miren, el SEÑOR viene de lejos, ardiendo de ira y echando humo. Sus labios están hinchados de ira y su lengua es como fuego que consume.
28. Su aliento es como río desbordado que llega hasta el cuello, para zarandear a las naciones en la zaranda de la destrucción. Coloca en las quijadas de los pueblos un freno que los hace desviarse.