13. Era un ruido como el de un gran terremoto y fue producido por el roce de las alas de los seres vivientes que aleteaban una contra otra y por el ruido de las ruedas que estaban junto a ellas.
14. El Espíritu me levantó y me llevó. Así me fui, con espíritu amargado y enardecido, y el SEÑOR se apoderó de mí.
15. Al llegar a Tel Aviv, la comunidad de los exiliados, junto al canal Quebar, me quedé sentado en silencio durante siete días.
16. Después de siete días, el SEÑOR me dijo:
17. «Hijo de hombre, te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Así que, cuando recibas un mensaje mío, adviértele de mi parte.
18. Si le digo a un malvado: “¡Morirás!” y tú no hablas con él ni le adviertes que cambie su conducta, será declarado culpable y sufrirá la pena de muerte. Morirá por su crimen, pero yo también te haré responsable a ti de su muerte.
19. En cambio, si a pesar de tu advertencia no deja de hacer lo malo ni cambia su conducta, entonces será declarado culpable y sufrirá la pena de muerte, pero tú te habrás salvado.
20. Si un hombre bueno deja de hacer el bien y empieza a hacer el mal cuando le ponga alguna piedra de tropiezo, morirá si no le adviertes. No se le tomarán en cuenta sus buenas acciones, y a ti te haré responsable de su muerte.
21. En cambio, si le adviertes a un hombre bueno que no peque, y este sigue haciendo el bien y no peca, conservará su vida por haber hecho caso a la advertencia, y tú te habrás salvado».
22. Entonces en ese lugar sentí que el poder del SEÑOR me tocó. Él me dijo: «Levántate y ve al valle, que allí te hablaré».
23. Así que me levanté y me dirigí al valle. De pronto vi la gloria del SEÑOR, como la que había visto en el canal Quebar. Caí postrado rostro en tierra,
24. pero el Espíritu entró en mí, me puso de pie y me dijo: «¡Ve y enciérrate en tu casa!
25. Te atarán con sogas para que no puedas salir de tu casa ni andar en público.
26. Haré que la lengua se te pegue al paladar para que no puedas hablar. No podrás reprenderlos porque son unos rebeldes.
27. Pero cuando yo te hable, te soltaré la lengua para que les digas: “Así dice el Señor DIOS”. El que quiera oír, que oiga; y el que no quiera oír, que no oiga, porque son un pueblo rebelde.