11. Unos cantaban canciones de alabanza y los demás les respondían: «Alabado sea el SEÑOR, porque él es bueno; su fiel amor dura para siempre». Luego todo el pueblo alabó al SEÑOR a gran voz, porque se habían sentado las bases del templo del SEÑOR.
12. Pero muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia más viejos lloraban porque ellos habían conocido el primer templo y recordaban lo bello que era. Mientras ellos lloraban de nostalgia, los demás gritaban de alegría.
13. El ruido que hacían se podía oír desde lejos y los gritos de alegría se confundían con el llanto.