10. Por favor, hagámosle un cuarto en la planta alta. Pongámosle una cama en el cuarto con una mesita, una silla y una lámpara. Entonces, cuando se hospede en nuestra casa podrá tener su propio cuarto.
11. Un día Eliseo se hospedó en la casa y entró al cuarto para descansar.
12. Eliseo le dijo a su siervo Guiezi: —Llama a esta mujer sunamita. El siervo la llamó y ella fue y lo atendió.
13. Eliseo le dijo: —Ahora dile: “Mira, has hecho lo mejor que has podido para atendernos. ¿Qué podemos hacer por ti? ¿Quieres que hablemos de tu parte al rey o al comandante del ejército?” Ella contestó: —Estoy contenta viviendo entre mi pueblo.
14. Eliseo le dijo a Guiezi: —¿Qué podemos hacer por ella? Él contestó: ¡Ya sé! Ella no tiene hijos y su esposo ya es viejo.
15. Entonces Eliseo le dijo: —Llámala de nuevo. Entonces Guiezi la llamó y ella se acercó para atenderlo.
16. Eliseo le dijo: —Para la primavera entrante tendrás en brazos a tu propio hijo. La mujer respondió: —¡No, señor! ¡Que el hombre de Dios no me mienta!
17. Sin embargo, la mujer quedó embarazada y la siguiente primavera dio a luz a un hijo, tal como Eliseo le había dicho.
18. El niño creció y se llegó el día en que ya podía salir a trabajar en la cosecha con su papá.
19. Estando en eso, gritó a su papá: —¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza! El papá le dijo al criado: —Llévenlo a su mamá.
20. Lo llevaron a donde estaba la mamá y ella lo acostó en su falda y por la tarde el niño murió.
21. La mujer subió y acostó al niño en la cama del hombre de Dios. Cerró la puerta y salió del cuarto.
22. Ella llamó a su esposo y le dijo: —Por favor, mándame a uno de los siervos con un burro para ir rápido a buscar al hombre de Dios, y volver en seguida.
23. El hombre le contestó: —¿Por qué vas a buscarlo hoy si no es Luna nueva ni día de descanso? Ella dijo: —¡Adiós!
24. Entonces ensilló el burro y le dijo al siervo: —¡Vámonos, apúrate! No aminores la marcha a menos que yo te lo diga.
25. La mujer fue al monte Carmelo para buscar al hombre de Dios. Cuando el hombre de Dios vio que la sunamita se acercaba, Eliseo le dijo a su siervo Guiezi: —¡Mira, ahí está la sunamita!