1. Estimados hermanos, nosotros tenemos esas promesas de Dios. Entonces purifiquémonos alejándonos de cualquier cosa que contamine nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Dediquemos nuestra vida por completo a Dios, mostrando el respeto que le tenemos.
2. Déjennos entrar en su corazón. No le hemos hecho ningún mal a nadie, no hemos arruinado la vida de nadie y tampoco nos hemos aprovechado de nadie.
3. No les digo esto para culparlos. Ya les he dicho que los amamos tanto que nada podría separarnos, ni en la vida ni en la muerte.
4. Sé que estoy siendo muy franco al hablarles así, pero estoy muy orgulloso de ustedes, y estoy animado y feliz a pesar de todo lo que sufrimos.
5. Desde que llegamos a Macedonia, no hemos tenido descanso, sino todo lo contrario, hemos tenido muchas dificultades. Nos preocupan nuestros enemigos y nuestros propios temores.
6. Pero Dios, que consuela a los que están desanimados, nos consoló con la llegada de Tito.