3. Que su belleza no venga de los adornos externos, como peinados exagerados, joyas de oro o ropa fina.
4. Su belleza debe venir del corazón, del interior de su ser, porque la belleza que no se echa a perder es la de un espíritu suave y tranquilo, valioso ante los ojos de Dios.
5. Así se adornaban las mujeres santas que vivieron hace mucho tiempo. Tenían puesta su esperanza en Dios y obedecían a sus esposos.
6. Me refiero a mujeres como Sara, quien obedeció a Abraham, su esposo, y lo llamaba su señor. Ustedes son verdaderas hijas de Sara si hacen el bien y no le dan lugar al miedo.
7. De la misma manera, los esposos deben saber vivir con su esposa y respetarla como es debido. Ella es más débil que ustedes, pero al igual que a ustedes, Dios le ha dado la vida como un regalo. Respétenla para que nada impida que Dios escuche sus oraciones.
8. Finalmente, vivan todos ustedes en paz y unidad. Traten de entenderse los unos a los otros. Ámense como hermanos, sean compasivos y humildes.