7. Los amonitas contrataron treinta y dos mil carros de combate y pidieron al rey de Macá que les ayudara con su ejército. La gente de Macá armó su campamento cerca de Medeba. Los amonitas que vivían en otras ciudades se unieron al ejército y se alistaron para la guerra.
8. Al enterarse, David envió a Joab con todos los soldados del ejército.
9. Los amonitas salieron y armaron las filas para la batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los reyes que también habían venido se colocaron aparte en campo abierto.
10. Al verse con enemigos por el frente y por la retaguardia, Joab eligió las mejores tropas israelitas y las formó para combatir a los sirios.
11. Luego encargó los demás hombres a su hermano Abisay para que enfrentaran a los amonitas.
12. Joab le dijo a Abisay: «Si los sirios son más fuertes que yo, ven en mi ayuda. Si son más fuertes que tú, yo iré en tu ayuda.
13. Seamos fuertes y luchemos con valentía por nuestro pueblo y las ciudades de nuestro Dios. Que el SEÑOR haga su voluntad».
14. Entonces Joab y sus hombres atacaron a los sirios, quienes huyeron de ellos.
15. Al ver que los sirios huían, los amonitas huyeron de Abisay, el hermano de Joab, y se metieron en la ciudad. Entonces Joab regresó a Jerusalén.
16. Al verse derrotados por Israel, los sirios se unieron y enviaron mensajeros para reunir a todos los sirios que estaban al otro lado del río Éufrates y quedaron bajo el mando de Sofac, el comandante del ejército de Hadad Ezer.
17. Cuando David se enteró de esto, reunió a todos los israelitas y juntos cruzaron el río Jordán y llegaron hasta donde estaban los sirios. Allí David organizó a sus hombres en posición de batalla para luchar contra los sirios, quienes salieron a su encuentro y atacaron,
18. pero acabaron huyendo de los israelitas. David mató a siete mil soldados de los carros y cuarenta mil de infantería, y también mató a Sofac, comandante del ejército sirio.
19. Al ver que los israelitas los habían derrotado, los siervos de Hadad Ezer pactaron la paz con David y se sometieron. Los sirios ya no estuvieron dispuestos a ayudar a los amonitas.