17. Entonces los amonitas levantaron el campamento y, junto con cinco mil asirios, acamparon en el valle y se apoderaron de las cisternas y los manantiales de los israelitas.
18. Los edomitas y los amonitas subieron luego para acampar en la montaña, frente a Dotán; enviaron también un destacamento hacia el sur y el este, frente a Egrebel*, cerca de Cus*, que está a orillas del torrente Mocmur. El resto del ejército asirio acampó en la llanura, cubriendo todo aquel territorio en el cual sus tiendas de campaña y su impedimenta formaban un inmenso campamento que albergaba a una enorme muchedumbre.
19. Los israelitas, profundamente desalentados al verse rodeados por sus enemigos y sin posibilidad alguna de romper el cerco, invocaron al Señor su Dios.
20. Todo el ejército asirio, con su infantería, sus carros de guerra y su caballería, mantuvo asediada a Betulia por espacio de treinta y cuatro días, de manera que las reservas de agua se agotaron para todos sus habitantes.
21. Las cisternas quedaron vacías y el agua, cuyo reparto era racionado, no alcanzaba ni un solo día a calmar la sed de nadie.
22. Los niños languidecían, mientras las mujeres y los jóvenes, consumidos por la sed, caían desfallecidos en las calles de la ciudad y en los umbrales de las puertas.
23. El pueblo entero, jóvenes, mujeres y niños, se levantó entonces clamando a grandes voces contra Ozías y contra las autoridades de la ciudad. En presencia de todos los ancianos decían:
24. — ¡Que Dios juzgue entre ustedes y nosotros el gran daño que nos han causado negándoos a hablar de paz con los asirios!
25. Ahora ya no hay quien nos socorra, pues Dios nos ha puesto en sus manos para que, en presencia de esa gente, la sed acabe con nosotros y seamos completamente destruidos.
26. Llamen, pues, a los asirios y entréguenles la ciudad para que sea saqueada por la gente de Holofernes y todo su ejército.
27. Es preferible que nos hagan cautivos y seamos sus esclavos. De esa manera seguiremos vivos y no habremos de contemplar la muerte de nuestros niños ni habremos de ver cómo desfallecen y mueren nuestras mujeres y nuestros hijos.
28. Por el cielo y por la tierra, y también por nuestro Dios, Señor de nuestros antepasados, que nos castiga a causa de nuestros pecados y los de nuestros antepasados, les solicitamos que actúen conforme a lo que en este día les pedimos.
29. Toda la gente que estaba allí reunida rompió a llorar amargamente, invocando a una voz y con fuertes gritos a Dios, el Señor.
30. Ozías les dijo entonces:— ¡Animo, hermanos, resistamos otros cinco días! En ese tiempo el Señor nuestro Dios volverá a apiadarse de nosotros y no nos abandonará definitivamente.
31. Si pasados esos días no hemos recibido ayuda, haré lo que ustedes han propuesto.
32. Luego ordenó que la gente se dispersara y que cada cual regresara a su puesto: los hombres se dirigieron a las murallas y a las torres de la ciudad; a las mujeres y a los niños los hizo regresar a sus casas. Entre tanto, en la ciudad reinaba un profundo abatimiento.