3. Pero ahora dime por qué has huido de ellos y te has pasado a nosotros.De lo que no cabe duda es que, al venir aquí, te has salvado. Así que ten confianza, porque tu vida está a salvo desde esta misma noche;
4. nadie te hará ningún mal. Por el contrario, serás bien tratada, como corresponde a quienes sirven a mi señor, el rey Nabucodonosor.
5. Judit le respondió:— Pon atención a las palabras de esta sierva tuya y permite que hable en tu presencia. Mi señor, nada diré esta noche que sea falso.
6. Si sigues los consejos de tu sierva, Dios llevará tus planes a buen fin y nada fracasará de cuanto mi señor desea llevar a cabo.
7. ¡Por vida de Nabucodonosor, rey de toda la tierra, y por su poder! Él te ha enviado para que pongas en orden a todo ser viviente. Gracias a ti, no sólo las personas están a su servicio, sino que, por tu poder, también los animales salvajes, el ganado y las aves del cielo quedarán sometidos a Nabucodonosor y a su descendencia.
8. Hemos oído hablar de tu sabiduría y de la agudeza de tu inteligencia, y por toda la tierra se comenta que tú eres el mejor hombre del reino, el que posee mayores conocimientos y el que es más digno de admiración en la estrategia guerrera.
9. También nos hemos enterado del discurso que Ajior pronunció en la reunión de tu consejo: hemos escuchado sus palabras, pues los hombres de Betulia le salvaron la vida y él les contó todo lo que había hablado delante de ti.
10. Por eso, amo y señor, no menosprecies su palabra, sino ten en cuenta lo que te dijo, porque es cierto que nuestro pueblo no puede ser castigado ni dominado por la espada, a menos que peque contra su Dios.
11. Pero mi señor no debe sentirse ahora frustrado ni vencido; y es que la muerte los arrebatará sin remedio porque van a caer en pecado y van a provocar insensatamente la ira de Dios.
12. Dado que les falta la comida, y el agua les escasea, han resuelto echar mano del ganado y alimentarse de todo cuanto Dios, en sus leyes, les ha prohibido que coman.
13. Incluso han decidido consumir las primicias del trigo y los diezmos del vino y del aceite, que son cosas consagradas y reservadas para los sacerdotes que ejercen su función en Jerusalén, en presencia de nuestro Dios, y que a nadie del pueblo le está permitido ni siquiera tocarlas con las manos.
14. Además han enviado una delegación a Jerusalén —donde los que allí residen hacen lo mismo— para pedir del Consejo de Ancianos la oportuna autorización.
15. Pero sucederá que, en cuanto la obtengan, se servirán de ella, y en ese mismo día caerán en tus manos y los exterminarás.
16. Por eso yo, tu sierva, al saber todo esto huí de ellos. Dios me ha enviado para realizar juntamente contigo una hazaña que va a llenar de asombro a todo aquel que se entere de ella.