Ester Griego 8:12f-12p La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

12f. Con palabras malvadas y engañosas sorprenden a los gobernantes de buena fe,

12g. lo cual se puede comprobar sin necesidad de remontarse a historias de otros tiempos, pues basta con que miréis lo que sucede ante vuestros propios ojos y advirtáis cuántos crímenes ha cometido esa mala ralea de indignos gobernantes.

12h. Por lo tanto, debemos esforzarnos por asegurar un porvenir de paz y tranquilidad a todos los súbditos de nuestro reino,

12i. procediendo a hacer los cambios oportunos y juzgando siempre, con la mayor rectitud, los asuntos que se nos presenten.

12j. En cierta ocasión recibimos entre nosotros como huésped a un macedonio llamado Amán, hijo de Hamedata, hombre por completo ajeno a la auténtica sangre persa, y muy lejos de nuestra generosa forma de ser.

12k. Lo acogimos entre nosotros con los mismos sentimientos de humanidad con que tratamos a todo extranjero; luego se le dio el título de “padre nuestro”, y todos se postraban delante de él, porque llegó a ser la más alta dignidad del reino después de mí.

12l. Pero no satisfecha con eso su ambición, no sólo maquinó quitarme el reino, sino hasta la misma vida.

12m. Con toda suerte de artimañas, intentó eliminar a Mardoqueo, a cuyo constante y leal servicio debemos la vida; y solicitó la pena de muerte para Ester, reina irreprochable y compañera nuestra, y para todos los de su nación.

12n. Pensó que por estos medios nos dejaría aislados, y que así podría arrebatarnos a nosotros, los persas, nuestro reino, y pasárselo a los macedonios.

12o. y que son hijos del Altísimo, el gran Dios vivo que mantiene floreciente nuestro reino, como también lo mantuvo en tiempos de nuestros antepasados.

12p. Por lo tanto, haréis bien no teniendo en cuenta las cartas enviadas por Amán, hijo de Hamedata, porque tanto él como toda su familia han sido ejecutados en la horca ante las puertas de Susa. Y Dios, que tiene poder sobre todas las cosas, es quien le ha aplicado prontamente el castigo que se había merecido.

Ester Griego 8