18. Pero sus dolores no se calmaban en manera alguna, porque la justa condenación de Dios había caído sobre él. En el colmo de su desesperación, escribió a los judíos una carta de súplica, que decía así:
19. “El rey y general Antíoco saluda a los judíos, excelentes ciudadanos, y les desea salud y bienestar.
20. Me alegraré de que, gracias a Dios, ustedes y sus hijos gocen de buena salud y sus asuntos marchen como desean.
21. En cuanto a mí, que al regresar de la región de Persia contraje una penosa enfermedad, recuerdo con gratitud sus muestras de afecto y respeto, y he creído necesario preocuparme por la común seguridad de todos.
22. No es que yo desespere de mi situación, pues tengo mucha confianza en llegar a restablecerme de esta enfermedad;