16. El Macabeo reunió a sus hombres, unos seis mil en total, y los exhortó a que no se acobardaran ante sus enemigos ni tuvieran miedo a aquella muchedumbre de paganos que venía a atacarlos injustamente, sino que lucharan con denuedo,
17. teniendo muy presentes los ultrajes contra el santo lugar, las injurias e insultos contra la ciudad y la supresión de las instituciones de sus antepasados.
18. — Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia; pero nosotros confiamos en Dios todopoderoso, que con un gesto puede aniquilar no sólo a quienes nos atacan, sino incluso al mundo entero.
19. Después les recordó la forma como Dios había protegido a sus antepasados en tiempos de Senaquerib, cuando murieron ciento ochenta y cinco mil hombres;
20. y lo ocurrido en Babilonia, en su lucha contra los gálatas, cuando ocho mil judíos y cuatro mil macedonios entraron en combate. Los macedonios se quedaron entonces sin saber qué hacer, mientras los ocho mil judíos, gracias al auxilio venido del cielo, aniquilaron a ciento veinte mil enemigos y se apoderaron de un enorme botín.
21. Con estas palabras fortaleció el valor de los soldados y los alentó a morir por las leyes y la patria. Después dividió su ejército en cuatro cuerpos,
22. a cuyo frente puso a sus hermanos Simón, José y Jonatán, asignando a cada cual mil quinientos soldados.
23. Después ordenó a Eleazar que leyera el libro sagrado y que les diera como contraseña la voz “Dios ayuda”. Luego, poniéndose él mismo al mando del primer cuerpo, atacó a Nicanor.
24. Contando a su favor con el Todopoderoso, mataron a más de nueve mil enemigos, hirieron y dejaron fuera de combate a la mayor parte del ejército de Nicanor y obligaron a huir a los que quedaban.
25. Se apoderaron también del dinero de los que habían venido a comprarlos; luego los persiguieron por un largo trecho; pero, como se hacía tarde, tuvieron que regresar,
26. ya que era la víspera del sábado y no podían continuar la persecución.
27. Una vez recogidas las armas y el botín de los enemigos celebraron el sábado, alabando al Señor y dándole gracias por haberlos salvado aquel día y haber comenzado a mostrarles su misericordia.
28. Pasado el sábado, dieron parte del botín a las víctimas de la persecución: las viudas y los huérfanos. El resto lo repartieron entre ellos y sus hijos.
29. Después, todos juntos oraron, suplicando al Señor misericordioso que se reconciliara plenamente con sus siervos.
30. Después de esto, combatiendo contra Timoteo y Báquides, les causaron más de veinte mil bajas y se apoderaron de importantes fortificaciones situadas sobre los montes. Luego dividieron en partes iguales el gran botín conseguido y lo distribuyeron entre ellos y las víctimas de la persecución, a saber: los huérfanos, las viudas y los ancianos.
31. Recogieron las armas abandonadas por sus enemigos y las depositaron en sitios estratégicos. El resto del botín lo llevaron a Jerusalén.
32. Mataron también al jefe de escolta de Timoteo, un individuo impío que había hecho sufrir mucho a los judíos.
33. Mientras celebraban la victoria en Jerusalén, quemaron a los que habían incendiado las puertas del Templo, incluido Calístenes, quien, habiéndose refugiado en una choza, recibió el castigo que merecía su profanación.