1. El sumo sacerdote Onías era un hombre piadoso, que aborrecía la maldad. En su tiempo, la ciudad santa disfrutaba de una paz perfecta y las leyes se observaban con la máxima exactitud.
2. Hasta los reyes honraban el lugar santo y lo enriquecían con espléndidos regalos,
3. de tal manera que, incluso Seleuco, rey de Asia, sostenía con sus recursos personales todos los gastos que se originaban en la celebración de los sacrificios.