23. Judas volvió entonces al campamento para recoger el botín. Los soldados encontraron allí oro y plata en abundancia, telas teñidas de púrpura morada y escarlata, y otras muchas riquezas.
24. Los israelitas, al regresar, cantaban himnos y bendecían a Dios, diciendo: “¡Porque es bueno, porque su amor es eterno!”.
25. Israel obtuvo aquel día una gran victoria;
26. en cuanto a los extranjeros que lograron salvarse, fueron a informar a Lisias de lo sucedido.
27. Lisias, al oír las noticias, se sintió desalentado y abatido, porque no le había ocurrido a Israel lo que él quería, ni se había cumplido lo ordenado por el rey.
28. Al año siguiente, Lisias dispuso un ejército de sesenta mil hombres escogidos y cinco mil jinetes dispuestos a luchar contra los israelitas.
29. Cuando llegaron a Idumea y acamparon en Betsur, Judas, con diez mil hombres, les salió al encuentro.
30. Al ver aquel poderoso ejército, oró diciendo:— Bendito seas, salvador de Israel, que abatiste la soberbia de un gigante por mano de tu siervo David y entregaste el ejército filisteo en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.
31. Entrega ahora este ejército en manos de tu pueblo Israel y haz que se avergüencen de sus tropas y su caballería.
32. Infunde terror en ellos, destruye la soberbia que procede de su fuerza y hazlos temblar por su derrota.
33. Derríbalos con la espada de los que te aman, y que todos los que conocen tu nombre entonen para ti himnos de alabanza.
34. Los dos ejércitos se enfrentaron y cayeron en el combate unos cinco mil soldados del ejército de Lisias.
35. Este, al ver la derrota de los suyos y la valentía de Judas y sus soldados, dispuestos como estaban a vivir o morir con valor, se volvió a Antioquía, donde organizó un ejército de mercenarios todavía más numeroso para atacar de nuevo a Judea.
36. Judas y sus hermanos dijeron entonces:— Puesto que nuestros enemigos han sido derrotados, subamos ahora al Templo para purificarlo y consagrarlo.
37. Entonces el ejército en pleno subió al monte Sión.
38. Pero al ver el Templo hecho ruinas, el altar profanado, las puertas quemadas, la maleza creciendo en los atrios como crece en el bosque o en las montañas, y las salas destruidas,
39. se rasgaron las vestiduras y, en el colmo de su aflicción, se cubrieron de ceniza la cabeza
40. y cayeron rostro en tierra. Luego, a una señal dada por las trompetas, clamaron a Dios.