9. Los príncipes dejaban de hablar y ponían la mano sobre su boca;
10. la voz de los nobles se apagaba, y la lengua se les pegaba al paladar.
11. Porque el oído que oía me llamaba bienaventurado, y el ojo que veía daba testimonio de mí;
12. porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía quien le ayudara.
13. Venía sobre mí la bendición del que estaba a punto de perecer, y el corazón de la viuda yo llenaba de gozo.
14. De justicia me vestía, y ella me cubría; como manto y turbante era mi derecho.
15. Ojos era yo para el ciego, y pies para el cojo.
16. Padre era para los necesitados, y examinaba la causa que no conocía.