14. ¡Dios mío, tenme en cuenta esto que he hecho, y no olvides todo lo bueno que hice por el templo de mi Dios y por su culto!
15. Por aquellos días vi que en Judá había quienes en sábado pisaban uvas para hacer vino, acarreaban manojos de trigo, cargaban los asnos con vino y racimos de uvas, y con higos y toda clase de carga, y que también en sábado lo llevaban a Jerusalén. Entonces los reprendí por vender sus mercancías en ese día.
16. Además, algunos de la ciudad de Tiro que vivían allí, llevaban pescado y toda clase de mercancías, y se lo vendían en sábado a los judíos de Jerusalén.
17. Entonces reprendí a los jefes de Judá, diciéndoles: “¡Qué maldad estáis cometiendo, al profanar así el sábado!
18. Esto es precisamente lo que hicieron vuestros antepasados, y por eso nuestro Dios trajo tantas desgracias sobre nosotros y sobre esta ciudad. ¿Acaso queréis irritar más aún a Dios contra Israel profanando el sábado?”
19. Entonces ordené que tan pronto como las sombras de la tarde anunciaran el comienzo del sábado, se cerraran las puertas de Jerusalén y no fueran abiertas hasta pasado el día. Puse además en las puertas a algunos de mis sirvientes, para que en sábado no entrara ningún cargamento.
20. Los negociantes y vendedores de mercancías se quedaron varias veces a pasar la noche fuera de Jerusalén,
21. pero yo discutí con ellos y los reprendí por quedarse a pasar la noche delante de la muralla, y les dije que, si volvían a hacerlo, los haría arrestar. Desde entonces no volvieron a presentarse en sábado.
22. Después ordené a los levitas que se purificasen y que fueran a vigilar las puertas, para que el sábado no fuese profanado. ¡Dios mío, acuérdate de mí también por esto, y ten compasión de mí conforme a tu bondad!
23. Vi también en aquellos días que algunos judíos se habían casado con mujeres de Asdod, Amón y Moab;
24. y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod o las de otras naciones, pero no sabían hablar la lengua de los judíos.
25. Discutí con ellos, y los maldije. A algunos los golpeé, les arranqué el pelo y les obligué a jurar por Dios que no permitirían más que sus hijas se casaran con extranjeros, ni que las hijas de estos se casaran con sus hijos o con ellos mismos. Les dije además:
26. “¡Ése fue el pecado de Salomón, rey de Israel! Y a pesar de que entre las muchas naciones no hubo un rey como él, y de que Dios lo amó y le puso por rey de todo Israel, las mujeres extranjeras le hicieron pecar.
27. Por tanto, no se tolerará que vosotros pequéis tan gravemente contra nuestro Dios casándoos con mujeres extranjeras.”