38. Los guardias comunicaron estas palabras a los jueces, que se asustaron al oir que se trataba de ciudadanos romanos.
39. Entonces fueron a disculparse ante Pablo y Silas, y los sacaron y les rogaron que se marcharan de la ciudad.
40. Al salir de la cárcel, Pablo y Silas se dirigieron a casa de Lidia, y después de ver a los hermanos y animarlos, se fueron de allí.