1. Hermanos míos, vosotros que creéis en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debéis hacer diferencias entre unas personas y otras.
2-3. Supongamos que estáis reunidos, y que llega un rico con anillos de oro y ropa lujosa, y le atendéis bien y le decís: “Siéntate aquí, en el lugar de honor”; y que al mismo tiempo llega un pobre vestido de andrajos, y le decís: “Tú quédate allá, de pie; o siéntate ahí en el suelo”,
4. entonces estáis haciendo diferencias entre vosotros mismos y juzgando con mala intención.