2. Aunque, como también sabéis, antes habíamos sido insultados y maltratados en Filipos, Dios nos ayudó a anunciaros su evangelio con todo valor y en medio de una fuerte lucha.
3. No estábamos equivocados en lo que predicábamos, ni tampoco hablábamos con mala intención ni con el propósito de engañar a nadie.
4. Al contrario, Dios nos aprobó y nos confió el evangelio, y así es como hablamos. No tratamos de agradar a la gente, sino a Dios, que examina nuestros corazones.